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    No han ocurrido en Cifuentes hechos trascendentales que nos distingan de otros pueblos; pero ha estado presente en cada hito histórico de la patria  aportando los hombres que se han necesitado, con su sangre, su sudor y su inteligencia.

    El primer reporte de cifuentenses vinculados a los movimientos independentistas  lo encontramos a dos meses del levantamiento en Las Villas cuando Francisco López Ramos comerciante de ganado en Cifuentes con nombramiento insurrecto de Gobernador de las Cinco Villas vinculado a la junta revolucionaria dirigida por Miguel Gerónimo Gutiérrez fue fusilado el 24 de abril de 1869 en la cárcel sagüera.

    Durante la Guerra Grande (1868-1878) no fue la jurisdicción Sagua, a la que pertenecía el Partido de Amaro y por lo tanto el territorio cifuentense,  escenario de grandes contiendas debido a que la invasión mambisa se movió por el sur, sólo llegando algunas acciones de ella a la zona de San Diego del Valle, por otra parte la región con un notable desarrollo industrial azucarero en manos de los españoles propició un sistema de fortificación de gran efectividad a la vez que fomentaron importantes batallones de voluntarios que protegieran su patrimonio. No obstante en  el territorio cifuentense hubo  numerosos combates y escaramuzas. Se distingue el combate de La Lata en Maguaraya y el enfrentamiento entre las tropas de Carlos Roloff y Trillo Figueroa en el ingenio Santa Cruz del Liébano el 6 de mayo de 1869. Por su magnitud deben mencionarse otros encuentros  entre estas tropas el 19 de junio de 1875 en Yabú  y en el ingenio San José. El 10 de junio de este año el cabo Lorenzo Peñate incendió cañaverales en Conyedo, San Diego y Laberinto, destruyó 20 viviendas en el caserío de Cifuentes e hizo varias bajas al enemigo. Hay testimonios acerca de que Ramón Roa Garí, quien acumuló méritos en combate y ganó el reconocimiento de importantes líderes mambises como Julio Sanguily, Máximo Gómez e Ignacio Agramonte de quien fuera ayudante-secretario, operó en esta época en su tierra natal incluyendo su entrada al ingenio Flor de Cuba. Todo esto nos indica que a pesar del bajo nivel de actividad bélica en el territorio, los cifuentenses pelearon en su tierra. De las personas relacionadas con Cifuentes que participaron activamente en la guerra de los Diez Años y que depusieron las armas después de firmado el Pacto del Zanjón va a ser la figura de Emilio Núñez, nacido en el ingenio San Francisco del Partido de Amaro, la que más condiciones reunía para liderar cualquier otro movimiento revolucionario que estallara en la zona después de fracasado el primero, ya que poseía una serie de requisitos indispensables. En primer lugar había firmado el pacto con el grado de comandante del ejército libertador, lo había hecho en contra de su voluntad por el peso de los acontecimientos y seguía manifestando su descontento por el abandono de la lucha armada sin obtener la independencia, mantuvo una dignidad ejemplar ante las proposiciones que le hizo el gobierno español cuando fue llamado a La Habana por el general Martínez Campos y en una entrevista celebrada en la Quinta de los Molinos se le ofreció un puesto muy elevado en la administración pública, oferta que no fue aceptada. Prefirió entonces trabajar en las labores de campo, reconstruyendo la hacienda propiedad de la familia. Su propósito definido fue contar con fondos para continuar la guerra. Ayudó en lo que pudo a jefes y oficiales capitulados que pasaban penurias y estrecheses económicas, solicitando dinero entre sus amistades de buena posición y acogiendo en su casa a otros para buscarles trabajo, a pesar de sufrir él mismo una situación económica muy difícil.

    Descubierta por las autoridades  españolas su actividad conspirativa, ya que cumplía las órdenes de la junta revolucionaria de Nueva York de ejecutar el levantamiento en Las Villas, fue apresado y remitido a la fortaleza militar  del Morro. Allí permaneció 19 días, fue liberado  con orden de permanecer en la capital, mas  desobedece y escapa a su tierra natal. En la finca “La Olallita”  lo esperaba su hermano Bernardo al frente de unos cuarenta hombres. En la noche del 12 de noviembre de 1879, acompañado por el capitán Braulio Peña y cuatro hombres, partió para San Diego de Niguas y en ese poblado enarboló la bandera cubana, dando comienzo a la segunda de nuestras guerras independentistas.

    Mientras en otras zonas de Cuba el movimiento decaía fracaso tras fracaso sin reponerse de los golpes recibidos, Emilio Núñez era capaz de recuperarse de los considerables fracasos iniciales y teniendo en contra una superioridad militar imponente iba alcanzando pequeños éxitos que le daban el prestigio necesario para atraer nuevos combatientes, de los que llegó a reunir unos cientocincuenta, los que diseminó por todo el territorio de Santa Clara y Sagua la Grande, incluido Cifuentes y a los que les dio una movilidad guerrillera como táctica principal. Puede asegurarse que jamás pasaron diez días sin que dejasen de sostener fuego con el enemigo casi todas las fracciones en que había dividido el pequeño contingente que mantenía aquella campaña.

    Cuando ya la Revolución del 79 había terminado en Oriente y en Camagüey, sólo quedaban en armas el general Carrillo en Remedios y el coronel Emilio Núñez en Sagua y Santa Clara. Ya el primero comenzaba  a preparar las bases de la capitulación. El general Calixto García, momentos antes de embarcar para España, escribió a ambos jefes exhortándoles a que no continuaran la guerra por considerarlo inútil. Pese a tener una situación casi insostenible, las tropas de Emilio tomaron el poblado de Viana, combatieron en Los Abreus, Antón Díaz, San Gil,  Siguanea, El Gato y Las Congojas. Las fuerzas que pelearon en esta acción la integraban soldados jóvenes procedentes de la dotación de esclavos del ingenio Macagua del territorio de Cifuentes.

    Una correspondencia enviada por el general Carrillo lo puso al corriente de  la capitulación y lo invita a un encuentro con el coronel de voluntarios Fortín. En dos entrevistas con el jefe español no llega a un acuerdo considerando las bases propuestas como inaceptables.Tratando de poner fin a esta situación ridícula para España, las autoridades pusieron precio a su cabeza e infiltraron hombres pagados en las filas revolucionarias para asesinarlo, lo que resultó infructuoso.

    Tres meses duró el enfrentamiento desigual entre un pequeño grupo de hombres y un ejército formidable. La tenacidad, perseverancia y valentía mantenida obligaron a España a aceptar las condiciones que sirvieron de base para la capitulación

    Para llevar proposiciones de paz, los españoles comisionaron en  octubre de 1880 a su tío Ricardo Rodríguez Otero. Una vez que se celebró la entrevista llegaron al acuerdo de que el capitán general de la isla Ramón Blanco, permitiría  la salida de Cuba hacia los Estados Unidos al capitán mambí Enrique Machado con  comunicación para la junta revolucionaria residente en Nueva York solicitando autorización para capitular. Así se hizo y pasados veinte días regresó el capitán Machado portando carta de José Martí para Emilio Núñez.  En la misma junto a indicaciones para la deposición Martí lo reconforta espirituamente y concluye diciendo:-“El último de los vencidos, usted, será el primero de los honrados”. (1)

    A despedir al último de los  patriotas en armas, fueron  el alcalde municipal de Sagua, su padre don Bernardo Núñez y muchos de sus familiares hasta el puerto de Isabela de Sagua a  donde había sido conducido en el tren particular del Conde Moré, figura importante del desarrollo económico de la región no bien justipreciado aún.

    Un gesto digno de elogio lo constituye el rechazo que hizo  el coronel Núñez de la suma de 10 mil pesos que le quiso entregar un oficial español a nombre de  la máxima autoridad de la isla, manifestando dignamente que siendo joven y fuerte creía poder luchar por la vida en cualquier país, además de agradecer la atención que se le quería brindar.

    La capitulación como tal se llevó a cabo de la forma más  honrosa para los revolucionarios. La Guerra Chiquita había terminado y se recordará en sus últimos tres meses como "la guerrita de Emilio Núñez" (2) y éste alcanzaría el mérito de ser el último rebelde de la segunda guerra de independencia,  por lo que no queda dudas de que fue un cifuentense el último en deponer las armas durante la Guerra Chiquita.

    En memoria a la figura de Emilio un busto de mármol de Carrara  cincelado por el italiano Luigi Pietrasanta preside  el entorno del parque del centro histórico, una calle lleva su nombre y el cementerio municipal cuida los restos de sus familiares más allegados.

    La guerra del 1895 fue otra cosa, figuras que en el 68 fueron soldados de fila llegan en ésta a alcanzar grados militares como los hermanos Tomás y José (El Pelón) Sánchez Jorro. Tomás sobrevivió a la guerra y el Pelón muere con grados de coronel en las carboneras de Sagua la Grande, fruto de una traición. Un dato de interés representa el hecho de que este patriota fuera bisabuelo de Rolando Morales Sanabria, mártir de la lucha contra el batistato en 1958. Las tropas de Carlos Roloff se nutrieron contínuamente de jóvenes cifuentenses, de los cuales el índice realizado por este prócer recoge 88 fallecidos, en su mayoría jóvenes campesinos. Entre ellos se encontraban los hermanos Trejo Moya; Angel de 40 años, Macario de 20 y Serapio de 37; los León Cárdenas, Francisco de 24 años, Félix de 23 y Juan de 26 mientras un adolescente de 13 años, Rafael Mac Coullock se reporta como muerto en combate, así como los jóvenes de 20 y 22 años respectivamente Manuel Romero Rodríguez y Justo González González que fueron fusilados en la cárcel de Sagua la Grande. El que luego fuera nuestro último veterano Y Presidente de la Delegación de Veteranos en Cifuentes, Juan Bautista Fernández Soto llegó a ser el encargado en la jurisdicción de cobrar a los hacendados el impuesto obligatorio de guerra al ser nombrado por Gómez delegado  de hacienda y obtener en combate grados de comandante. Máximo Gómez al regreso de la invasión escenificó importantes acciones militares como las del ingenio Flor de Sagua, Las Margaritas y la efectuada contra un tren militar en el ingenio Larrondo. 14 sitios recuerdan su paso ya sea como tránsito, campamento o combate. Por su significación, el ayuntamiento del poblado le confirió el 29 de marzo de 1899 la condición de Hijo Predilecto. A esta comunicación respondió el generalísimo el 1 de abril de 1899…”Título éste que me honra sobremanera y que viene a demostrar una vez más que no he sembrado en tierra estéril” (3) Son relevantes en la etapa algunos otros hechos  como el alzamiento  el 7 de julio de 1895 encabezado por el doctor de origen sagüero Nicolás Alberdi y en cuyo grupo había varios profesionales de la salud. Fueron innumerables los combates de mayor o menor envergadura  llevados a cabo por las fuerzas de José Luis Robau y por el impacto ocasionado se recuerda especialmente  el asalto al poblado el 9 de septiembre de 1896  dirigido por Fernando del Río Leal con numerosas bajas para ambos contendientes pero sin dudas un hecho fue deplorable. El cura de la iglesia, el padre Francisco Tejo Grampa en posición de francotirador  desde una ventana eliminó de un balazo en el cráneo al adolescente Carlos Manuel Bravo. Tal actitud fue festejada por la corona española que le entregó  al sacerdote, el título de Caballero de la distinguida orden española de Carlos III. Según la sabiduría popular el padre confundió alma con arma.

    Las fortificaciones a las que hicimos referencia en la Guerra de los Diez Años también jugaron su papel en el 95 ya que siguieron construyéndose al punto que al concluir ésta  existían 8 de ellos como puede constatarse en el acta de entrega del poblado en diciembre de 1898 de la que copiamos unos fragmentos: “ En Cifuentes, a los veinte y ocho días del mes de diciembre del año 1898 se reunieron en junta el Teniente Coronel Primer Jefe del Batallón de Infantería Inmemorial del Rey #1 y Comandante de Armas de esta localidad Don Gumersindo Ruiz Rabanal y Don Martín Gallart López, alcalde municipal de la misma, actuando como secretario del capitán de la primera compañía del expresado cuerpo Don Fabián Rubio Fernández.

    El expresado jefe manifestó que la reunión tenía por objeto, según la citación hecha a dicha autoridad hacerle entrega  del poblado por tener que evacuarlo según lo ordenado por la superioridad, lo cual verifica en este acto, reinando la mayor tranquilidad en todos los habitantes, efectuándolo a la vez de los ocho fuertes propiedad del Ramo de Guerra, enclavadas en el radio de la villa expresada y nombrados: Melilla, Salvador, Zaragoza, Martínez Campos, Isabel II de Blanco, Cantarrana y España.

    No puede soslayarse que  Cifuentes y Mata fueron escenarios de la reconcentración impuesta por el Capitán General de la Isla mediante su Bando Militar y entonces los poblados se llenaron de familias campesinas  que deambulaban  dentro de las líneas fortificadas de Cifuentes. Fue necesario habilitar un Lazareto cuyas ruinas hoy se sostienen a duras penas sobre decenas de cadáveres que allí fueron enterrados ya que morían a causa de epidemias y hambre.  Fue ésa una de las consecuencias negativas de la guerra  pues la población disminuyó en un 50 por ciento aproximadamente junto a una devastación completa de la industria azucarera incluyendo varias de ellas como el Indio y Victoria que habían resistido la concentración azucarera y ahora quedaban completamente destruídas, especialmente la zona de San Diego donde llegó con más poder la tea incendiaria. Allí, de los numerosos ingenios que hubo sólo quedaron las huellas.

    Los sandiegueros y por lógica todos  los cifuentenses rendimos culto a la figura de Francisco de Paula y Machado, natural de ese poblado quien dejara escrito el más vívido testimonio sobre la reconcentración con el título de Piedad, a la que con su  vida posterior llena de bondad y compromiso con la patria diera coherencia entre obra literaria y ética de vida.

    Un elemento que enriquece notablemente nuestra historia es la estancia cifuentense de quien luego fuera el general más joven de la guerra, Juan Bruno Zayas. Aquí llegó recién graduado convocado por su amigo médico Fernando Plazaola que al contraer matrimonio abandonaba el pueblo por lo que quedaba el joven doctor Zayas encargado de su clientela.

    El joven en Cifuentes se preparó físicamente para la guerra, aquí aprendió a nadar y a cabalgar. Fundó un gimnasio para los jóvenes que no sólo fue el pretexto para  aglutinarlos en torno a las ideas revolucionarias sino que también alistaron sus músculos para la contienda. Conspiraban en la bodega La Lira. Allí junto a  Agapito Surí, el Pelón Sánchez, Titín Vidal, el cabo Torres, los Masferrer, Enrique Lara y otros que habían participado en la Guerra Grande preparó el alzamiento;  pero una delación le obligó a huir. Cuentan que desde el puente del Maguaraya dijo a sus compañeros de ideales.“De Cifuentes salgo en saya pero regresaré en pantalones”. Alejado de Cifuentes mantuvo sus relaciones con las familias Peñate, Landa, Escalada; hogar donde había residido, los Martínez y Díaz. Una de las principales calles del poblado lleva su nombre, así como el policlínico universitario y el museo atesora algunos de sus  objetos personales.

    La república neocolonial nos traerá una precaria situación  tanto en lo económico como en cuanto a sus consecuencias culturales. La población disminuida, sus hijos más preclaros frustrados o en una emigración obligada por lo que le resultó difícil reponerse,  aún más con la carga subjetiva de haber visto perderse  la libertad cuando prácticamente estaba ganada.

    Mucho se ha especulado acerca de la conformación de un sentido de pertenencia cifuentense y es precisamente en esta etapa donde como expresión de resistencia cultural, cuando con más claridad puede observarse que siempre los cifuentenses han luchado por el crecimiento de su pueblo. Es una etapa en la que pese a la pobreza económica se consolidan las principales tradiciones, surgen símbolos identitarios y la juventud junto a personas  preocupadas por la identidad local se vuelcan a la construcción de monumentos y se obtienen algunos logros en lo social. En junio de 1900 quedó constituida la Comisión de Mártires de la Patria que entre otras acciones a favor de la identidad lograron colocar una lápida en la entonces Plaza Máximo Gómez, donde yacían enterrados los restos de numerosos mambises. Allí sembraron cuatro palmas reales que se convirtieron  en símbolo del entorno paisajístico. Entonces la plaza tomó el nombre de La Libertad. Los restos de los mambises fueron trasladados al Panteón de los Veteranos en el cementerio municipal  el 19 de mayo de 1942.

    Por consenso popular se realizaron obras que trajeron mejoras sociales como el asfaltado de las principales calles, algunos tramos de alcantarillado, se construyó el acueducto y llegó la electricidad. Es también el momento en que se construye el paseo y se remodela el parque, llegan las farolas que un día se convertirían en símbolo traídas por un hijo del poblado, se erigen los monumentos a Martí y Maceo así como el de Emilio Núñez en el centenario de su nacimiento, en el cementerio se inaugura el Panteón de los Veteranos, se colocaron tarjas conmemorativas en sitios históricos, se consolidan las Sociedades de Instrucción y Recreo que aunque con carácter clasista fueron los únicos que hicieron aportes a la cultura local junto a los pocos maestros que en condiciones precarias asumieron la escuela pública, entre los que se destaca por derecho propio Melania Cobos Fernández quien desde su posición de maestra rural y de los barrios de pobres y negros sembró la semilla del amor a la patria y formó seguidores como José Isabel Mora Armenteros que hasta los días de la Revolución fue catalogado por el máximo adjetivo al que puede aspirar un educador: “El  Maestro”. Se inició, además la que luego sería nuestra más raigal fiesta tradicional: El Día del Cifuentense Ausente.

    Existieron también intentos de establecer publicaciones periódicas que tuvieron vida efímera al no contar con el apoyo económico de los comerciantes. Entre ellos se destacan “La Época” dirigido por José de la Huerta y de Los Santos que circuló en 1893, “El Eco de Cifuentes” lo hizo durante 1894 a cargo de Luis Carbonell. Otros intentos fueron “El Ideal “y su zaga ya al triunfo revolucionario del 1958 con el nombre de “El Nuevo Ideal”

    A ritmo de chambelona, politiquería y demagogia, entre enfrentamientos de los partidos políticos anduvo el pueblo las primeras décadas del siglo. No faltó la sempiterna presencia de un alcalde vitalicio que cuando lo entendió traicionó a sus compañeros de partido, cambió para adherirse a los contrarios y volvió a ser electo. La  parcelación de la tierra junto a la insuficiente orientación política de los obreros industriales impidió  la consolidación de un movimiento obrero y campesino de fuerza. Fueron  decisivos en este sentido la  constitución del Partido Socialista Popular y la presencia de Jesús Menéndez.

    La visita frecuente del líder azucarero a las zonas rurales y los centrales se vincula con huelgas en Macagua, Santa Lutgarda, Corazón de Jesús y Unidad. Resultaron momentos culminantes la huelga por el diferencial azucarero en 1955 donde se logró la unión de campesinos y obreros con el apoyo del sindicato del comercio que los llevó a atrincherarse en el local de la Colonia Española y se requirió la presencia del tercio táctico de Santa Clara para controlar la huelga. Ésta fue una victoria nacional ante los reclamos de los azucareros; pero sin dudas fue la huelga del 9 de abril de 1958 la que marcó con más fuerza nuestra historia republicana. Al llamado del movimiento 26 de julio,  Cifuentes fue a la huelga y aunque no tuvo la relevancia de lo acontecido en Sagua la Grande o Santa Clara, el central Unidad paró su producción, se descarrilaron trenes de caña, se incendió el transbordador de Los Ángeles, hubo acciones contra el fluído eléctrico, se pusieron banderas y propagandas en diversos puntos. Similares acontecimientos  ocurrieron en San Diego y Mata. Terminada la huelga algunos revolucionarios debieron salir del pueblo, unos a otras ciudades y algunos se incorporaron a la columna Julio Laportilla que operaba en la zona con la cual participaron en la Batalla de Santa Clara en acciones en Santo Domingo.

    El movimiento 26 de julio constituyó su primera célula en la casa del comerciante  de origen jamaiquino Juan  Brown Brown  a finales de agosto de 1955. Eran alrededor de 20 personas entre las que estuvieron:

    • Juan Brown Brown.
    • Raúl Cura Adam.
    • Heriberto Torres Lorenzo
    • Julio Caraballo Jorge
    • Rubén Betancourt Garí
    • Sergio Ortega Sanabria
    • Eugenia Hurtado Morales
    • Gilberto Carbonell Herrera
    • Amable González García
    • Wilfredo Alfonso Téllez
    • Michael Rosales González
    • Angel León Caraballo
    • Pedro Pérez Morales
    • Facundo Rodríguez Moya

    Poco después el movimiento contaba con 42 miembros aproximadamente  y lo constituían zapateros, dependientes de tiendas, campesinos y un estudiante, Félix Rubén Betancourt Garí. De la gesta revolucionaria quedaron  para la historia como mártires: Rolando Morales Sanabria, Arturo Alba  Martínez. Conrado Dávila Barreto y Filiberto González Mujica.  Jesús R. Lanza SOA  también perdió su vida, éste como víctima de la represión contra el pueblo  simpatizante, fue torturado y asesinado con suma crueldad.

    EL municipio sintió en numerosas ocasiones y de múltiples formas las acciones terroristas del imperialismo pero sin dudas fue la muerte de Carlos Conquero Perdomo la que mostró toda la ignominia de que han sido capaces. Carlos  viajaba en la tripulación del avión cubano que fue derribado en Barbados y que costara la vida al equipo juvenil de esgrima   que regresaba victorioso de un evento internacional. Había nacido en San Diego del Valle el 14 de abril de 1932. Cursó estudios primarios en la escuela de ese lugar y secundarios en Santo Domingo.  Continuó estudiando en la Escuela Técnica  Industrial de Rancho Boyeros, se graduó como mecánico en la Escuela Superior de Artes y Oficios como Mecánico Industrial combinando el estudio con el trabajo. De 1957 a 1973 realiza diversos cursos de aviación tanto en Cuba como en la desaparecida URSS, donde se graduó  de Ingeniero de Vuelo.  Durante la crisis de octubre y el ataque  a Playa Girón, estuvo movilizado en el aeropuerto José Martí como miembro de las Milicias Nacionales Revolucionarias. En 1965 fue llamado para efectuar un viaje especial a Argelia con el comandante Ernesto Ché Guevara. Murió el 6 de octubre de 1976 al estallar en pleno vuelo la nave. Fue un criminal sabotaje planeado por la CIA y ejecutado por contrarrevolucionarios cubanos.

    Con esta breve síntesis de la historia municipal hemos pretendido demostrar que siempre hemos estado presentes con sentido de nación sin perder la identidad y el orgullo de ser ser cifuentenses. ¿Cuántos hombres y mujeres con heroísmo cotidiano habrán quedado sin nombrar? ¿Cuántos hechos aún no han sido descubiertos? El camino de la investigación queda abierto.

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